El Capital de Riesgo como Herramienta de Desarrollo para las Economías Globales

ACV
4 min readAug 23, 2022

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Foto de Kyle Glenn en Unsplash

“El negocio del capital riesgo es un juego 100% de valores atípicos: son excepciones extremas” — Marc Andreessen, cofundador y socio de Andreessen Horowitz.

El registro más antiguo de la caza de ballenas se remonta al año 670, cuando unos vascos enviaron un cargamento de aceite por el río Sena. En el siglo XI, la actividad fue seguida por holandeses y británicos, y más tarde por estadounidenses, noruegos y otras naciones.

Algunos empresarios aportaban capital para pagar la expedición y nombraban a un capitán que dirigía la cacería para regresar con los depósitos llenos de carne y aceite. Era una actividad arriesgada que desarrollaba la innovación en el uso del animal para múltiples fines (por ejemplo, alimento, combustible) y que podía generar un rendimiento económico muy importante para los inversores.

¿Cuál es la relación entre la caza de ballenas y el capital riesgo? La actividad de la caza de ballenas puede considerarse como un precursor del Capital Riesgo, ya que consiste en la financiación privada de inversores (individuales o institucionales) que aportan dinero a los emprendedores y a sus startups para el desarrollo de una idea, normalmente disruptiva e innovadora, con un alto potencial de crecimiento a largo plazo y con la expectativa de un retorno financiero espectacular.

En tiempos modernos, en 1946, Georges Doriot, Ralph Flanders, Merrill Griswold y Karl Compton fundaron la American Research and Development Corporation (ARDC), una empresa que recaudó 3,5 millones de dólares para invertir en proyectos de comercialización de tecnología desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial.

La ARDC contribuyó a la formación de otros fondos de capital riesgo, como Greylock Partners y Morgan Holland Ventures.
El capital riesgo se ha convertido en una fuente adicional de financiación. Entre 2010 y 2019 se invirtieron más de 1,5 billones de dólares en esta clase de activos a nivel mundial, según datos de Crunchbase. Solo en 2019, se invirtieron alrededor de 300.000 operaciones a lo largo del ciclo de capital riesgo (capital semilla, etapa inicial, etapa de crecimiento y pre-OPI).

La inversión en capital riesgo, en porcentaje del PIB, habla del nivel de desarrollo de una economía. Estados Unidos invierte el 1,3% del PIB en capital riesgo, Israel el 2,1% y Singapur el 2,5%. Estos tres países tienen una renta per cápita superior a 32.000 dólares. Las economías emergentes, como China, invierten un 1,8%; India, un 1,1%; Brasil, un 0,2%, y México, <0,1%, todos ellos con una renta per cápita inferior a 15.000 dólares, según datos del Índice Global de Innovación.

El impacto del capital riesgo en la innovación es innegable. Economías como Estados Unidos, Singapur e Israel ocupan los puestos 3, 8 y 13, respectivamente, en la clasificación mundial de innovación de 2020. En comparación, China ocupa el puesto 14, India el 48, México el 55 y Brasil el 62 del mismo índice.

La inversión en capital riesgo se traduce en desarrollo económico, innovación, espíritu empresarial y competencia. El desarrollo del ecosistema de capital riesgo se refleja en mayor o menor medida en el número de unicornios (empresas con una valoración superior a 1.000 millones de dólares).
Estados Unidos tiene 235 unicornios; China, 118; Israel, 7; Brasil 7; Singapur, 3; y México 2.

El capital riesgo es una clase de activo con un perfil de riesgo-rendimiento elevado. Como inversor, es importante asignar un porcentaje de la cartera de inversiones al capital riesgo (a través de fondos o directamente) para diversificar el riesgo.

Es importante desarrollar una auténtica cultura emprendedora en cualquier país basada en la educación, la experiencia profesional y las redes empresariales, tomando como ejemplo el desarrollo de otros ecosistemas como el de Estados Unidos, Israel y China.

La clave es una educación rigurosa, de alta calidad y basada en la tecnología, y el enriquecimiento de las experiencias laborales previas. Además, se requiere una cultura de trabajo productiva, con objetivos y metas preestablecidas, y centrada en los resultados. Tanto los empresarios como los inversores deben desarrollar un apetito de riesgo.

La única manera de impulsar la tecnología, la innovación y el desarrollo económico es asumir riesgos. Un país que no asume riesgos y responsabilidad, sin desarrollo de talento, sin inversión ni competencia, y sin una visión a largo plazo, está destinado al fracaso.

“En un mundo que cambia muy rápido, la única estrategia que tiene garantizado el fracaso es no asumir riesgos” — Mark Zuckerberg, fundador y CEO de Facebook.

Hector Shibata. Director of Investments & Portfolio at ACV a global Corporate Venture Capital (CVC) fund and Adjunct Professor for Entrepreneurial Finance.

Ana Maury Aguilar. Investment analyst at ACV.

ACV is an international Corporate Venture Capital (CVC) fund investing globally in Startups & VC funds.

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